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Que lejos parece que queda la palabra naturalista, esa arcaica y simple definición de hombre de ciencia. No obstante lo que en apariencia parece una vulgar definición encierra una gran ambigüedad, y es que aunque todos conocemos a lo que se dedican, nos resulta tremendamente difícil encasillarlos en un campo de acción. En esencia, un naturalista no es más que la consecuencia inherente del nacimiento de la ciencia, donde aquel que amaba el conocimiento y la naturaleza entraba dentro de esta categoría, fueran cuales fueran sus orígenes, estudios o métodos. Hoy en día sin embargo, nos encontramos ante una oleada de especialización, donde cada científico es, o debe ser, el mayor experto de una minúscula parte de la ciencia, perdiéndose en este camino, esa concepción global tan típica de los albores de la investigación, donde reinaba la multidisciplinariedad.
Para reivindicar el papel de estos generalistas hoy hablamos de José Pardo Sastrón (1822-1909), un farmacéutico turolense cuya pasión por las plantas guió su modo de vida.
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Imagen de José Pardo Sastrón. Calletificos.wikispaces.com |
Fue en Barcelona, durante sus últimos años en el Colegio de Farmacéuticos, donde José Pardo Sastrón empezó a mostrar un interés, hasta entonces latente, por la botánica. Tales fueron sus aptitudes que el mismísimo Catedrático de Botánica y posterior director del Real Jardín Botánico de Madrid, Miguel Colmeiro, le propuso como heredero de su cátedra. Pero las ambiciones de este aragonés quedaban muy lejos de las exigencias de la capital catalana y rechazando la oferta regresó a la familiaridad de su pueblo donde compaginó sus labores de farmacéutico, con las de boticario rural, su verdadera vocación.
Su marcado interés por las plantas medicinales, así como sus propiedades y su aplicación en la elaboración de medicamentos, llevó a José Pardo Sastrón a salir al campo para estudiar de primera mano todas aquellas especies de su interés. Como consecuencia de estos numerosos paseos por el campo, José Pardo Sastrón adquirió un gran conocimiento de la zona, lo que le permitió entablar relación con grandes científicos coetáneos suyos. Es el caso de Carlos Pau, el alemán Moritz Willkomm o su compatriota Francisco Loscos, con quien colaboró estrechamente para publicar gran parte de sus trabajos, entre los que destacan la Serie incofecta plantarum indigeniarum aragoniae (1863) o Serie imperfecta de las plantas aragonesas espontáneas, particularmente de las que habitan en la parte meridional (1867).
La excepcionabilidad de sus trabajos, minuciosos en sus anotaciones y comentarios y de gran rigor constituyen una verdadera crónica natural de la tierra que le vio nacer y gracias a la generosa donación de sus familiares, hoy su biblioteca y herbario personal pueden ser consultados en el Jardín Botánico de la Universidad de Valencia.
JMMP